El hombre [y la mujer], como la hierba son sus días; florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá más. Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen. Salmo 103:15-17.
Entre las muchas damas que me toca entrevistar, un elevado porcentaje se siente deprimidas por diversas razones. Cuando hablé con Lucía, me contó que acababa de cumplir 45 años y se sentía vieja, fracasada y tonta. Acababa de ser víctima de un robo a manos de un hombre veinte años menor que ella. Lo conoció en una fiesta, y comenzaron a salir. Arnulfo le propuso matrimonio y le pidió una fuerte suma de dinero para darlo como cuota inicial de un condominio, donde supuestamente iban a vivir. Lucía, muy ilusionada, le entregó los ahorros de su vida. Poco después, Arnulfo y el dinero desaparecieron.
¿Por qué algunas mujeres se dejan engañar tan fácilmente? Una de las muchas razones es que no han crecido emocionalmente. Se sienten como niñas desamparadas que necesitan la supervisión de alguien que has proteja y las ayude a tomar decisiones. Si han llegado a cierta edad han casarse, o están solas por divorcio o viudez, aumenta su necesidad de compañía; por eso son fáciles de seducir.
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Para muchas mujeres, envejecer es doloroso. La belleza exterior se pierde y el cuerpo se deteriora. Nuestro Creador sabe que envejecer no es fácil; sin embargo, la belleza que él valora es la interior, que nunca perece; una belleza que surge del corazón y que irradia el amor de Jesús. Esa belleza viene de la madurez y la disciplina mental.
Para una hija de Dios, envejecer no significa sentirse inútil y fea. Al contrario, es crecer, madurar y cultivar la imagen divina perdida en el Edén. Significa confiar su futuro en las manos de Dios, sin escuchar promesas falsas de pretendientes aprovechados que la pueden llevar a la inseguridad, la ruina y la depresión. Necesitamos disciplina mental para creer y aceptar el valor que Dios nos da.
Cultivemos la belleza interior, y digamos con el salmista: «Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes. Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; si espera a Jehová» (Sal. 27:13, 14).-
Extraído de Jardines del Alma, Ruth A. Collins.