HOY CON JESUS

» Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles en los cielos ven constantemente el rostro de mi Padre»
(Mat. 18: 10).

Freddy fue abandonado junto a unos contenedores de basura cuando era bebé.

Nathan y Betty lo adoptaron, aunque tenían hijos propios, habían acogido a decenas de niños de hogares disfuncionales, y ya tenían 74 y 66 años respectivamente. La noticia de la insólita adopción se extendió por el barrio y cuando Freddy empezó a crecer, los chiquillos le llamaban «bebé basura».

Como además lo ridiculizaban por tener un padre viejo, un día Nathan le contó su historia. Freddy recuerda así su reacción: «Betty y Nathan me dieron todo el amor que precisaba. Nunca sentí la necesidad de buscar a mi familia biológica porque ellos lo eran todo para mí. Me enseñaron a procurar hacer siempre lo correcto. Los vi siempre ayudando a la gente o alimentando a los sin hogar. Yo quiero ser como ellos».

Muchos fines de semana Freddy y su padre se paseaban por el vecindario en busca de cosas que la gente tiraba. Su padre le decía: «Lo que para unos es basura, para otros es un tesoro».

El niño estaba tan fascinado por los ordenadores que, para sus nueve años, su padre lo llevó a una tienda de segunda mano donde le compró por unos pocos dólares una computadora Macintosh vieja y averiada.

«Yo estaba feliz. Como no funcionaba, la desarmé y me di cuenta de que un componente estaba roto. Con ayuda de las herramientas de mi padre, tomé partes de un radiodespertador, las soldé y, tras unos cincuenta intentos, finalmente logré que la computadora funcionara. Entonces supe lo que quería hacer en mi vida. Esa computadora me hacía olvidar todo el dolor del acoso escolar. Cuando me molestaban en la escuela, yo pensaba en regresar a casa, a jugar con mi computadora».

Entre los diez y los once años, Freddy aprendió a codificar y a escribir programas básicos. A los doce consiguió su primer trabajo. Y cuando a los veintiuno por fin recibió su licencia como operador de telecomunicaciones, se convirtió en la persona más joven y el único afroamericano en obtenerla.

Tras aprender a instalar cables de fibra óptica y construir torres telefónicas, Freddy ha conseguido forjar una firma, Figgers Communications, dedicada a inventar productos para la salud, valorada en decenas de millones de dólares.

Y hoy, la Fundación Figgers ofrece becas a estudiantes afroamericanos y contribuye a prestar asistencia en situaciones de desastre. Durante la pandemia reciente ha estado suministrando equipos de protección individual y herramientas de aprendizaje digital para niños desfavorecidos.

El niño «basura» demostró ser un magnífico tesoro.

CON JESÚS HOY

Extraido de Matutinas Adventista.

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