«Entonces todos los discípulos, dejándolo, huyeron» (Marcos 14: 50)
El texto se refiere a los doce. A aquellos que compartieron día y noche, durante tres años y medio con el Maestro. A aquellos que lo vieron, lo tocaron, lo escucharon.
¿Huyeron? Sí. ¿Todos? Los doce ¿Cuándo? Al momento de ser arrestado su Maestro. ¿Miedo? ¿Frustración? ¿Vergüenza? ¿Desencanto? ¿No tolerar la incomodidad?
Si yo hubiera sido el número trece ¿estaría aún ahí? O habría buscado un refugio cómodo, distante, que no me identificara. No sé cómo habría reaccionado.
«Ayúdame Señor a no juzgar a los doce, porque no sé si habríamos sido trece los que huyeron. Sólo Tú lo sabes. Y sólo Tú me puedes capacitar. Yo no puedo».
Seguir Lectura:
Fortalece y aumenta mi fe para no flaquear en los momentos de prueba en mi vida.
Que Dios te colme de su infinita sabiduría.
Dios te bendiga y te guarde en este nuevo día.
Señor, hazme un instrumento de tu paz.
Donde haya odio déjame dar amor,
donde haya dolor ¡perdón!,
donde haya duda ¡fe!,
donde haya desesperación ¡esperanza!,
donde haya oscuridad ¡luz!,
y donde haya tristeza ¡alegría!
Porque es dando que recibimos,
perdonando que seremos perdonados.
Y a través de la muerte tendremos vida eterna unidos a ti.
Sigue moldeando nuestro carácter para poder reflejar tu ejemplo en nuestras vidas.
Alabado sea tu nombre por la eternidad y gracias por dar tu vida por nosotros.
Amén
Cristian Balbontín, miembro de Iglesia Adventista.