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CON EL CORAZÓN EN LA MANO

«Guárdame como a la niña de tus ojos; escóndeme bajo la sombra de tus alas».
Salmo 17:8.

Sin duda, los hijos son un don de Dios, pero también a veces son un gran dolor de cabeza. Con ellos es como vivir una película de suspenso a cada instante y también como estar en una comedia. No sabes qué va a ocurrir en el instante siguiente.

Los hijos nos hacen madurar y nos ayudan a desarrollar paciencia. Se enferman a las dos de la mañana (no sé por qué no a las dos de la tarde). Se ensucian cuando faltan cinco minutos para salir, y lo hacen el día en que tienes esa reunión tan importante que vienes planificando desde hace meses. Dicen exactamente lo que no quieres que digan, en el lugar más inadecuado y bajo las peores circunstancias. Cuando quieres jactarte frente a tus amigos por algo que ellos hacen bien, se empacan y te dejan en vergüenza.

Cuando crecen, el asunto no mejora. Pasan de los berrinches y de orinarse en los pantalones a creerse los reyes del mundo. Tienen una respuesta para todo, y tú vas quedando obsoleto. Ayer eras un héroe; el grandulón al que corrían ansiosos cuando tenían algo que resolver.En la adolescencia, eres una piedra en el zapato.

Cuando finalmente pasan esa crisis, y comienzan a abrir su mente y a conversar, y los ves abrirse como un pimpollo de flor que está mostrando toda su belleza, en ese mismo instante están listos para irse con toda su sabiduría para otro lado.

Sabes exactamente el valor de cada diente que hay en su boca (porque estuviste pagando fielmente al dentista por años, para que se los enderezaran). Te acuerdas de las noches que pasaste en vela a su lado para que se calmara su cólico estomacal. Conoces cada rasponazo de sus piernas, porque tú mismo se las curaste Todo eso, en un momento, no sirve; cuando tienen que partir, deben hacerlo.

Los hijos vienen para que vivamos con el corazón en la mano y para que se lleven nuestro corazón a jirones cuando se marchan. Es la implacable ley de la humanidad. Los hijos se llevan la sangre de sus padres, les exprimen las emociones (y también el bolsillo), luego se van y nos dejan recuerdos, muchos recuerdos.

Pero, pese a todo, seguimos siendo padres. Y, no importa qué hagan nuestros hijos, seguirán siendo la parte más importante de nuestras vidas. Son la prolongación de nosotros. Llevan la etiqueta de nuestro nombre. Son nuestro más vivo retrato. Tal vez por esa razón nos produzca tanto miedo cuando parten … porque, de algún modo, nos van a dejar en evidencia, y para eso no hay máscara que cubra: ellos serán lo que somos.

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¿Entiendes cabalmente lo que significa ser padre?

filigranas

 

 Miguel Ángel Núñez: Escritor – Conferenciante – Orientador y mediador familiar – Docente y  Teólogo. Chileno / Argentino,  Profesor universitario. Ha dado clases en Chile, Argentina, Perú y México. Ha sido profesor invitado para universidades de Colombia, Ecuador, Venezuela, España, EE.UU. y El Salvador.  Ha publicado a la fecha 54 libros en castellano, inglés y portugués.

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