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DISEÑADOS PARA AMAR

»Procurad, pues, los dones mejores. Más yo os muestro un camino aún más excelente [ … ] El amor».
1 Corintios 12:31; 13:4.

Me encanta el diseño.

No soy arquitecto, pero me gusta cómo en una construcción todo está pensado hasta el más mínimo detalle. Es verdad que, para un lego, ver el plano de un edificio es, en muchos aspectos, un enigma chino; sin embargo, me cautiva el saber que todo eso ha salido de la mente de una persona.

Cuando puedo contemplar por primera vez una hermosa edificación, me quedo sorprendido viendo cómo se alza aquella estructura en un lugar en el que antes no había nada. Es como estar ante la presencia de un milagro, porque todo aquello estuvo, en algún momento, en la mente de alguien que soñó con cada aspecto de esa obra. El arquitecto la diseñó con un propósito, y eso la hace más cautivante.

Lo mismo sucede con el ser humano. Cuando contemplamos lo que Dios hizo, el gran Arquitecto divino, no nos queda más que asombrarnos.

Dios nos formó con un propósito sublime, nos diseñó para que fuéramos capaces de amar. El amor es lo que convierte al ser humano en un ser especial. Toda su mente, su emoción y su vida adquieren sentido ante la presencia del máximo don concedido por Dios a la raza humana: La capacidad de amar.

Cuando alguien se priva a sí mismo del amor, se está perdiendo el elemento constituyente, su razón de ser, la esencia más significativa de su ser. El amor nos pone por sobre todas las criaturas existentes, que aun cuando pueden tener sensaciones no pueden experimentar lo sublime y magnífico que es saberse amado y amar a otro ser humano.

En el diseño de Dios, la facultad de amar nos hace absolutamente distintos de todo lo que existe.

El ser humano es mucho más que un ser racional o emocional; es alguien con capacidad de amar. En el amor, se produce una síntesis magnífica entre el pensar y el sentir. Ninguna otra criatura goza de ese atributo. Es como para estar permanentemente agradecido. Por esa razón, desde que el ser humano tiene conciencia de ello, a lo que más canta es al amor.

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¿Estás agradeciendo a Dios todos los días por poder amar? ¿Te estás privando a ti mismo del inmenso don del amor?

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