Por el gran amor del Señor no hemos sido consumidos
y su compasión jamás se agota.
Cada mañana se renuevan sus bondades;
¡muy grande es su fidelidad!
Me digo a mí mismo:
«El Señor es mi herencia.
¡En él esperaré!».
En toda mi vida he experimentado el gran amor de Dios, desde niño aún el señor me protegió en mis cortos años, quizás fui un niño muy inquieto y tuve accidentes que terminé en urgencias y salí bien, casi me ahogo en el mar a los 9 años, pero me rescataron y salí bien,
Pero quizá lo mas importante de la bendición de mi Salvador, fue ya cuando adulto, hace mas de 12 años atrás. En ese entonces me enfermé gravemente de mi columna, en mi país visité los mejores médicos especialistas, y ninguno podía intervenirme. En ese tiempo no podía caminar y sufría de grandes dolores, pasaron muchos meses y yo me hundía en la desesperación. Pero una vez mas apareció la mano de mi buen Señor. Apareció la opción de un especialista en otro país, quien me trató, me intervino y salí caminando en 3 días. Eso si es sentir la mano de Dios.
Dios nos cuida, nos protege y nos saca de nuestras desgracias, El es bueno, su amor es incondicional, no depende de nuestras obras, solo depende de su gracia. El apóstol Pablo nos dice: El amor de Cristo es tan grande que supera todo conocimiento. Por el poder de su palabra, puede hacer grandes misericordias, nos salva de una enfermedad, nos da el trabajo para nuestro sustento, nos salva de la maldad y violencia que el mundo esta pasando, con su amor nos cubre de nuestras penas y dolores.
Si mi hermano la escritura nos dice: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados”. (Juan 4:10)
Dios es nuestro amigo: Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos.
(Juan 15:13). Y además el apóstol Juan agrega:
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”. (Juan 3:16). Esto si es una gran prueba de su amor, la muerte de nuestro señor Jesús es una prueba irrefutable de su gran amor.
Queridísimo hermano, asegura la presencia de nuestro buen Señor, con la oración permanente, desde tu despertar hasta cuando vas a descansar, en cada ocasión como tu comida, tu pasar en el trabajo, el descanso junto a tu familia, los hijos y esposa. Nunca falte tu oración de gracias y petición al buen Señor.
Rafael Arriaza Adventista, Economista