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Fuego del cielo

Pedid y se os dará,  Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. (Mateo 7:7).

Desde pequeña se me enseñó a pedir ayuda a Dios, pues siempre estaría disponible y dispuesto a ayudarme. Tenia la fe sencilla, pero firme de una niña y confiaba plenamente en el poder y la benignidad de Dios, sabiendo sin lugar a duda que él estaba atento a cada inquietud o petición.

Pero cuando una crece, a menudo pierde esa fe infantil, y pensamos que Dios solo está disponible para escuchar los grandes problemas del mundo, las cosas importantes, y no a mí, con mi problema sencillo, insignificante.

Lo que sucedió me convenció de que Dios sí escucha y contesta las oraciones de sus hijos, por pequeños que sean…

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Mis padres estaban divorciados, y mamá trabajaba duro para mantener seis bocas hambrientas. Ella era la única que sostenía el hogar, y déjenme agregar que lo hacía muy bien. Se esforzaba sola, con buena voluntad, en silencio, y con gran fe. Ese mes las cosas no salieron bien, las cuentas se salieron de control. Después de pagar todas las deudas y necesidades apremiantes, no había más dinero y aún faltaba comprar el gas para el siguiente mes. Pero para mi madre, éste no era un problema grave. Ella sabía que contaba con Dios, un Dios que es misericordioso con los pobres y desamparados. Allí en la cocina se arrodilló junto a la garrafa de gas y pidió a Dios que, así como el aceite de la viuda no faltó, que no faltara el gas hasta que tuviera dinero para comprar más.

¿Y qué creen? Durante un mes más hubo fuego en Las hornillas de la cocina. Pudimos cocinar y preparar todos los alimentos para una familia en crecimiento … Pero cuando levantábamos la garrafa, ¡estaba vacía!. .. Sí, era fuego del cielo.

«Dios tiene cuidado de todas las cosas y sostiene todas las cosas que ha creado. El que sustenta los innumerables mundos regados por la inmensidad, también tiene cuidado del pequeño gorrión que entona sin temor su humilde canto. Cuando los hombres van a su trabajo, o están orando; cuando descansan  o se levantan en la mañana; cuando el rico se festeja en su palacio, o cuando el pobre reúne a sus hijos alrededor de su escasa mesa, a todos los vigila tiernamente el Padre Celestial» (Elena G. de White, El camino a Cristo, p. 90).

Señor, te pido fuego del cielo, el Espíritu Santo, para que mi fe aumente, y crea que tú estas al control de mi vida…

Extraído de matutina «A los pies de Jesús«, Sandra Menendez

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