“ Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”.
Efesios 6:12
Hace unos días atrás, he visto en el cine una increíble película bélica, dirigida por Mel Gibson, titulada, “Hasta el Ultimo Hombre”, (Hacksaw Ridge), trata de la historia real del sargento del Ejército de EE. UU. Desmond Doss, un cristiano Adventista del Séptimo día quien se negó a portar armas en el frente y que, sin embargo, fue condecorado con la Medalla de Honor por el presidente Harry S. Truman, por haber salvado la vida a más de 75 hombres bajo el constante fuego enemigo durante la brutal batalla de Okinawa, en la Segunda Guerra Mundial.
Este soldado que se enroló en el ejército americano a fines de la Segunda Guerra, no para ir a atacar al enemigo sino con el fin de ayudar a los caídos en acción, tuvo todos los problemas dentro de sus superiores y sus compañeros en el cuartel, le golpearon le trataron de cobarde, pero el se sostuvo que no portaría un fusil, el no creía en matar a otra persona así que, contra todo pronóstico, el logró que lo pusieran en el equipo médico de su batallón.
Así que este soldado al llegar al campo de batalla, en Okinawa, Japón, sorprende a todos sus compañeros con el arrojo y decisión cómo rescataba a los compañeros heridos, aún mas después del gran desprecio de sus superiores y compañeros, el batallón sólo atacaba siempre y cuando los acompañara el soldado Desmond.
Este soldado fue capaz de rescatar a 75 soldados en una noche tras una feroz lucha contra los japoneses, fue rescatando a sus compañeros heridos uno tras otro, sin importarle el intenso fuego del enemigo.
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Esto me ha traído a la memoria el versículo de Efesios, que nos habla de una lucha que sostenemos los cristianos durante toda la vida. Nos dice que nuestras batallas se libran contra un enemigo invisible. ¿Invisible?, sí invisible, son los entes de la tinieblas, seguidores de Satanás. A mi juicio es mucho mas difícil luchar contra un enemigo invisible. Yo sé que te cuesta creer lo que te digo, pero si meditas un poco, te darás cuenta que la maldad fue sembrada desde el principio de los tiempos y ahora que estamos llegando al final, la maldad se ha multiplicado, a niveles insoportables, que está en todos los espacios de la civilización actual, en los gobiernos, políticos, jueces, incluso en los religiosos. El desanimo y la violencia es el pan de cada día.
Y que relación tiene esta realidad con la Desmond, el héroe de Okinawua?, Mucha, en esta batalla contra las huestes del infierno van quedando muchos heridos, personas que pierden su trabajo, que entran en problemas familiares, separación, hijos rebeldes, drogadictos, enfermedades y muerte.
Si cada uno de nosotros fuéramos como Desmond, deberíamos preocuparnos de rescatar a nuestros semejantes caídos, dándole apoyo en su Fe, Esperanza, y como dijo Jesús:
“Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.
Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?
Y respondiendo Dios, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.
Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis.
Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?
Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”. Mateo 25: 35-46
Querido hermano y amigo, todos podemos practicar la bondad, no solo la madre Teresa de Calcuta o el Padre Hurtado, tú también puedes extender tu mano al hambriento, al enfermo, al caído, si cada uno de nosotros practicara el amor, este mundo sería un planeta maravilloso.
Ahora me despido, deseando que algo de estas palabras hayan llegado a ti, y que la bondad del buen Señor te acompañen.
Rafael Arriaza, es Chileno / Español, MBA en Economía por la U. Autónoma de Madrid y Empresario en Chile