No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. Mateo 7:1-2
Hace algunos años atrás, a mi empresa llegó un cliente con su sobrino que vestía muy informalmente, el hombre era ya mayor, canoso, y diría yo que mas bien parecía una persona de origen humilde. Lo vi sentarse al frente de la vendedora, y continué con lo que estaba haciendo. Al cabo de un corto tiempo lo veo salir muy molesto de la sala de ventas. Entonces lo detengo y le consulto que le había molestado, el contesta en forma dura que la vendedora le había dado muy poca información y que casi no lo había tomado en cuenta.
Yo le expliqué que era el Gerente y que le atendería personalmente. Resultó que este señor era el dueño de una gran compra venta de automóviles de un barrio popular de Santiago, él necesitaba productos de seguridad para protección de sus vehículos en venta. Al finalizar nuestra conversación este cliente nos hizo una gran compra, que esta vendedora no lograría en una semana. No solo fue esto, sino este cliente nos siguió comprando por mucho tiempo mas.
¿Qué había pasado?, que la vendedora prejuzgó mal al cliente por su presencia mas bien humilde y perdió un excelente cliente y una excelentes comisiones de venta. Los prejuicios son una lacra de la sociedad moderna, las personas se dejan llevar por el aspecto externo y no por la realidad interna del prójimo.
Esto me lleva a la reflexión de Jesús el carpintero. Jesús iba enseñando en las sinagogas y el templo, las personas se maravillaban por su sabiduría y por los milagros que hacía, sin embargo los fariseos y sacerdotes de su tiempo decían:
¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas?
¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?
Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa.
Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos. (Mateo 13:55-58)
Muchas veces en nuestra vida, ofrecemos grandes honores a personas por su ropaje, por sus hábitos como sacerdotes, obispos y pastores, así también políticos y famosillos, pero no le damos la real importancia a los humildes, a los trabajadores, a los ancianos, a los profesores y personas sabias y de buena voluntad.
¿Cómo hubieras sido tu si hubieras vivido en el tiempo de Jesús?
En esta reflexión me quedo con este pensamiento, no permitamos que nuestros prejuicios y envidias nos impidan acercarnos a las buenas personas y deleitarse y aprender de su compañía, a veces perdemos grandes oportunidades.
Ahora me despido deseándote que el buen Señor te bendiga y te guarde y si tienes dudas o problemas, escríbeme y gustoso araré por ti.
Rafael Arriaza, es Chileno / Español, MBA en Economía por la U. Autónoma de Madrid y Empresario en Chile