«Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días»
(Hebreos 11:30)
Jericó fue una cuidad cercana al río Jordán. Paso obligado para quienes cruzaban camino a la actual posición de Jerusalén.
Jericó fue una ciudad fuertemente amurallada y fértil como pocas. Estaba ocupada y fue el primer escollo para el pueblo peregrino de Dios que tomaba posesión de la Canaán prometida. La receta divina de conquista parecía un juego de niños: girar alrededor de la ciudad y tocar trompetas en los momentos señalados. Pero, milagrosamente los muros cayeron. No por efecto de giros y zumbidos. Cayeron por la fe. El pueblo creyó que ese método, sutil y aparentemente ingenuo, haría la tarea esperada. Porque la tarea era de Dios y no del método. ¿Hay muros que derribar en tu vida?
Cristian Balbontin, pertenece a Iglesia Adventista.