Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Apocalipsis 21:4
Ayer fue un día triste para mi, fui a despedir al padre de mi mejor amigo al cementerio. Este buen hombre, sin ser un cristiano devoto fue el mejor marido, padre, trabajador, abuelo, bisabuelo y amigo que yo haya conocido. Siempre lo vi con un excelente humor, preocupado de sus hijas y de su amorosa mujer, su nombre es Ítalo Baltera, su hijo se llamaba igual, Ítalo y mi hijo se llama Ítalo en honor a mi querido amigo desde la niñez.
Ítalo mi amigo, nos conocimos en el Instituto Zambrano de los hermanos de la Salle, un muy antiguo colegio en la zona de Estación Central, donde yo viví en mi niñez y juventud. En este colegio pasé dos años en el internado, en mis primeros cursos de la educación básica, ya que mis padres por su actividad no podían atenderme, aquí estuve casi en toda mi educación, este tiempo que pase en el colegio fue muy feliz, la educación en este colegio fue excelente, y la amistad de Ítalo me ayudo aún mas, su familia me acogió como un hijo mas, pasábamos los tiempos de vacaciones, paseos de verano juntos. Su madre era una mujer muy tierna y preocupada, sus tres pequeñas hermanas me trataban como un hermano mas, y crecimos, nos hicimos jóvenes, pasamos muchas aventuras juntos con mi amigo Ítalo.
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Un mal día, mi amigo Ítalo, se fue a trabajar a Calama, lo fui a despedir al terminal de buses, y fue la última vez que lo vi con vida. Al día siguiente de llegar a Calama, lo mataron de un tiro en un confuso accidente. La vida nos cambió a todos, la familia, padre, madre e hijas y yo se derrumbó, ya nada fue igual. Siempre me he preguntado, ¿qué hubiera sido la vida si mi amigo aún estuviera vivo?
Mientras en el día de ayer estaba en el funeral, de camino a la sepultura me pasaron muchos recuerdos y muchas preguntas por mi cabeza, ¿por qué la vida nos golpea tan duro?, ¿cómo podemos superar la pérdida de un ser querido?
La única certeza y consuelo que tengo es mi fe, la fe que en otra dimensión los volveré a ver, el el universo de Jehová, donde podré encontrarle con papá Ítalo y su querida esposa ya fallecida, con mi amigo Ítalo, mi querida madre y por supuesto, con mi querido Jesús.
Juan en el libro del Apocalipsis Capítulo 21 nos relata como será la Nueva Jerusalén:
Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.
2 Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.
Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.
4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.
5 Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.
6 Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.
7 El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
8 Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.
Querido lector, es mi deseo y oración que tu y los tuyos nos encontremos en la Nueva Jerusalén. Amen.
Rafael Arriaza, es Chileno / Español, MBA en Economía por la U. Autónoma de Madrid y Empresario en Chile