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LA SOMBRA DE LA SOLEDAD

El corazón alegre, hermosea el rostro; Mas por el dolor del corazón el espíritu se abate. Proverbios 15:13

Ayer en la mañana mientras me dirigia al trabajo, me encontré con mi amigo José Luis, mucho tiempo que no nos veíamos, dos años atrás lo deje de ver, yo me fui de Chile y nos separamos. Al verlo cabisbajo, casi ausente, su mirada como si no me conociera, en medio del tumulto de la calle intenté saludarlo, lo vi decaideo y algo en mi me me motivo a invitarlo a un café, me di cuenta que mi amigo  Jose Luis estaba en problemas.

Asi con su mirada  triste comenzó a contarme de su vida y dijo.

Cada mañana me levanto con el peso invisible de la soledad sobre mis hombros. Me miro al espejo y veo un rostro que el tiempo ha marcado con arrugas, pero también con historias, con recuerdos que parecen más vivos que mi propio presente. Me pongo mi careta, esa que finge fortaleza, la que dice “sigamos adelante”, aunque por dentro, el vacío me acompañe como una sombra.

Los días transcurren lentos, envueltos en silencios que gritan más fuerte que cualquier voz. Mis amigos, aquellos que un día caminaron a mi lado, ya no están. Unos partieron antes que yo, otros simplemente se perdieron en el olvido del tiempo. Mis hijos, que alguna vez fueron mi orgullo, apenas me ven, y cuando lo hacen, sus palabras llevan la impaciencia de quien no quiere escuchar. Mi esposa, la mujer con la que un día compartí amor y sueños, ahora solo comparte mi techo, pero no mi alma.

Sin embargo, aún me aferro a algo, mi fe, mi único refugio. Me digo a mí mismo que Dios ve lo que otros no ven, que comprende lo que mi corazón calla. Me sostengo en esa esperanza, en la idea de que un nuevo día traerá algo más que solo rutina y soledad. Y si no es así, si el destino ha decidido que la muerte sea mi última compañía, la recibiré con la paz de quien ha vivido, de quien ha amado, aunque hoy el amor parezca un recuerdo lejano.

Sentados con mi amigo, me recordé de este versículo: “Y aun en la vejez y las canas, no me desampares, oh Dios, hasta que anuncie tu poder a esta generación, tu poderío a todos los que han de venir. Porque tu justicia, oh Dios, alcanza hasta los cielos, tú que has hecho grandes cosas; oh Dios, ¿quién como tú?”

Me despedí de mi querido amigo y me he heprometido de ir a visitarlo cada semana, a la vez he estado meditando sobre la soledad y la vejez, creo que las iglesias en nuestros dias, abandonan a los hermanos mayores, los ignoran, y no permiten participar, así estimado lector piensa en ello, algun dia si Dios te da vida, querras estar rodeado de tu familia y hermanos de la iglesia.

Dios te bendiga y te guarde y ponga en ti la fe y la paz.

Rafael Arriaza Economista, Chileno / Español

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