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MEJOR QUE LA PROPIA VIDA

«Porque mejor es tu misericordia que la vida, mis labios te alabarán» (Salmos 63:3).

La vida es considerada como el principal valor del ser humano, como un tesoro que se debe guardar y defender. «Todo lo que el hombre tiene lo dará por su vida» (Job 2:4), dijo Satanás a Dios, en relación con Job, insinuando que su integridad se vería menoscabada, si estuviese en riesgo su propia vida. Pero Job no claudicó, a pesar de ser aquejado por una terrible enfermedad, y desde entonces un eco resuena a través de los tiempos, declarando que hay algo mejor que la propia vida.

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Jerry Moon, de la Universidad Andrews, en su artículo «Mártires modernos: fe a cualquier precio», publicado en la revista Diálogo universitario, sostiene que a lo largo de la historia alrededor de cuarenta millones de personas han dado su vida por ser cristianos. Recuerda, entre otras, la historia del Sr. Wong, narrada por Stanley Maxwell en The Man Who Couldn’t Be Killed [El hombre que no podía ser asesinado]. Este hombre de mediana edad, fue acusado de ser un contrarrevolucionario por compartir su fe en Cristo en el apogeo de la Revolución cultural de la China comunista. El Sr. Wong recibió burlas y golpes durante veinte años de condena que realizó en un campo de trabajos forzados. En cierto momento, después de sufrir diecisiete días de tortura, Wong exclamó con sus labios sangrantes: «¡Ustedes no comprenden! ¡Mi respuesta es No! Aun si el presidente Mao estuviera aquí pidiéndome que renunciara a mi Dios y lo negara, seguiría diciendo ¡No!¡No puedo negar a mi amigo Jesús!». Ante dicha declaración, el jefe de los verdugos, lo tomó por los brazos que tenía atados detrás de su espalda, los levantó por sobre la cabeza de Wong y «los bajó por delante hasta la cintura, arrancando los tendones de sus hombros y quebrándole ambos brazos» (pág. 5).

¿Qué tiene el cristianismo que valga más que la propia vida? ¿Qué puede ser mejor o más importante que ella? No son las promesas de recompensas futuras, ni la evitación del castigo eterno lo que lleva a menospreciar en ciertas circunstancias la propia vida. Por el contrario, la vida es estimada como un bien precioso por cada cristiano. Sin embargo, cuando se trata de confrontarla con la relación con Cristo, la propia vida pierde su valor. En esta relación el Señor manifiesta toda su bondad, amor y misericordia.

¿Has probado una amistad profunda y sincera con Cristo Jesús? Recuerda: «Porque mejor es tu misericordia que la vida, mis labios te alabarán».

Extraído de Matutina Adventista

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