“Porque a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra.”
Salmo 91:11-12
Un día de verano, viajaba en mi nuevo coche desde el puerto de San Antonio al balneario Algarrobo, disfrutaba de un hermoso día en el litoral central en Chile, el día estaba soleado y corría una suave brisa de verano, iba muy relajado disfrutando el paisaje.
Al bajar en la carretera hacia Playa Grande de Cartagena, me detiene un Carabinero, y me pide los documentos, los recibe y los inspecciona uno a uno, entonces me dice que me tendrá que pasar una infracción, por no tener el cinturón de seguridad puesto. Vaya esto me sorprendió, pero el policía tenia razón, por favor no me multe, usualmente uso mi cinturón, pero esta vez me distraje con este excelente día, el policía me miró y sonrió, y me dijo: “bueno por esta vez no lo multaré, pero debe usar el cinturón”, y amablemente de devolvió los documentos.
Continué mi marcha hacia Algarrobo, por la carretera comarcal, que es una carretera estrecha y muy tranquila, pero si, estas carreteras tienen cambio de rasantes, donde puedes perder la vista de quien va delante en otro vehículo. Y así fue, pasando la playa de Isla Negra, me encontré con una camioneta enorme a menos de 15 metros, totalmente detenida, por mucho que frené, no logre evitar la colisión y me inserté en esta camioneta, el golpe desencajó el capó del coche y se fue contra el parabrisas, y se precipitó hasta el asiento del copiloto y a poca distancia de mi cuello, si no hubiera ido con mi cinturón el capó me hubiera degollado junto con el copiloto.
Ahora me doy cuenta, que la mano de mi Dios me protegió a través del carabinero que me pidió que me pusiera el cinturón. Mi Dios es grande y misericordioso, alabado sea El.
Querido lector, Dios me protegió con su mano amorosa aquel día. ¿Crees tu que nuestro Creador y su Hijo Jesucristo, nos observa y protege? Yo estoy convencido que sí, en mi vida me ha salvado desde que era un niño.
Así querido amigo y amiga, desde mi experiencia te aconsejo, nunca te sueltes de la mano de Jesús, en tus oraciones dile:
“Señor y Dios mío, gracias te doy por todas tus bendiciones no solo a mí sino también a mi esposa y mis hijos, y desde aquí te pido con humildad, que nunca me sueltes de tu mano amorosa, ahora y siempre.”
Ahora te dejo con otro versículo del profeta Isaías 45:10:
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.”
Este versículo enfatiza la presencia constante de Dios y Su disposición a ayudarnos en momentos difíciles.
Rafael Arriaza – Director Amor Cristiano –