“Pero si no quieren servir al Señor, elijan hoy a quién van a servir: si a los dioses a los que sus antepasados servían a orillas del Éufrates, o a los dioses de los amorreos que viven en esta tierra. Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor”. Josué 24:15,
Los años pasan… y como dice la canción, ‘nos vamos poniendo viejos”. O, como dijera el verso de Pablo Neruda: “Nosotros, los de antes, ya no somos los mismos”. El tiempo es inexorable, no perdona.
Hemos llegado al final de un largo año. Ciertamente, tuvimos nuestros momentos malos y buenos. Algunos instantes nos dejaron confundidos, porque nada es totalmente negro o blanco; en realidad, en la vida, muchos períodos son grises o claroscuros.
Durante este año, hemos reflexionado en muchos aspectos del matrimonio. Hemos intentando cubrir muchos aspectos relevantes de nuestra vida matrimonial. Seguramente algunos conceptos sirvieron para reafirmar ideas que ya estaban incorporadas vivencialmente. Otras nociones quizá significaron un choque con lo que veníamos entendiendo hasta ese instante. Y, sin duda, hubo ideas que consideramos innecesarias y hasta irrelevantes. Así es la vida, y de ese modo somos.
Hoy pensé: de todo lo que he escrito, ¿qué es lo más importante? No es fácil responder, más aún cuando los escritores nos enamoramos de las palabras que escribimos y nos cuesta ser objetivos; es como si a un padre se le pide que elija entre uno de sus hijos.
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En fin, hay una idea que es el hilo conductor de todo lo que hemos pretendido transmitir. Somos parte de un diseño planificado por un Dios que no improvisa. Dicho esquema en el que hemos sido creados tiene un solo propósito: Que amemos. En otras palabras, hemos sido formados por un Dios que la Biblia define sobre la base del amor (1 Juan 4:8), con el fin de que amemos.
El ser humano no puede existir sin amor. Sin amar, sería como pedirle a una planta que existiera sin clorofila. Es parte de nuestra constitución esencial el amar. Dios nos diseñó así. Somos parte de una construcción inteligente, en la que un Ser divino nos hizo para un determinado propósito.
Dios creó el matrimonio porque entendió que su criatura no podría ser de otra forma. La felicidad se relaciona directamente con tener la capacidad de vivir a la altura del diseño.
El matrimonio es un invento magnífico, pero, Dios no impone nada. Él quiere que elijamos amar porque sabe que, de esa forma, seremos más plenos y alcanzaremos el sentido pleno para nuestras vidas. Sin embargo, es nuestra la decisión de vivir o no dentro del diseño que Dios creó.
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Dios quiere guiarnos, porque sabe que fuimos “diseñados para amar”; ¿estás dispuesto(a) a vivir el plan de Dios para tu vida? ¿Deseas vivir plenamente el diseño?
Miguel Ángel Núñez: Escritor – Conferenciante – Orientador y mediador familiar – Docente y Teólogo. Chileno / Argentino, Profesor universitario. Ha dado clases en Chile, Argentina, Perú y México. Ha sido profesor invitado para universidades de Colombia, Ecuador, Venezuela, España, EE.UU. y El Salvador. Ha publicado a la fecha 54 libros en castellano, inglés y portugués.