Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo:Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.
Juan 8:10, 11.
¿Te sentiste alguna vez tan derrotada que ya nada parece tener sentido en tu vida? O tal vez te encontraste frente a una encrucijada y sabías que, por mucho que lucharas, nada podría hacer que la situación cambiase. Si es así, entonces esta meditación fue escrita para ti.
Todo el panorama parecía oscuro a los ojos de María. Miles de pensamientos se agolpaban en su mente. Como una película, toda su vida pasó frente a ella. La muerte era inminente. Muchas veces ella misma había visto esas ejecuciones.
Si pudiera adivinar sus pensamientos, tal vez la escucharía decir: «Si tan solo … Si tan solo no hubiese estado allí… si tan solo no hubiese seguido con esa vida de pecado … si tan solo hubiese decidido seguir el ejemplo de mis hermanos y obedecer a Jesús … si tan solo … si tan solo … »
Ahora era demasiado tarde. Había desaprovechado todas las oportunidades de cambio que la vida y que Jesús mismo le habían ofrecido; y ahora se encontraba allí, rodeada de quienes, momentos antes, eran sus cómplices, pero que ahora eran sus verdugos. Solo esperaba ser condenada por la ley de Moisés y el juicio crítico de los escribas y fariseos.
Sin embargo, cuando sus manos cubrieron su rostro para recibir el golpe de la primera piedra, una voz como dulce melodía se escuchó en sus oídos: «Ni yo te condeno; vete». ¡Vete!
Sin duda alguna la alegría de una nueva oportunidad invadió el corazón y la vida de María, el gozo de saberse viva de nuevo, de poder hacer las cosas que siempre había querido hacer y que la cercanía de la muerte parecía impedir. Estoy segura de que el encuentro con Jesús ese día dividió la historia de su vida en dos: un antes y un después.
Amiga mía: ninguna situación que angustia tu vida es demasiado grande para tu Dios. Aun cuando las cosas parezcan no tener solución, Dios está dispuesto a darte la respuesta que ya no esperabas; y ¿sabes por qué? Sencillamente ¡porque te ama!-
De Jardines del Alma – Kenny Judith San Juan Murillo.