“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la
puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”.
Apocalipsis 3:20
Muchas veces en nuestra vida, Jesús nos ha llamado a nuestra puerta y no escuchamos, estamos muy distraídos, muy ocupados, con demasiados temas, y pasamos por alto la visita de nuestro buen Señor.
Este versículo extraído del libro del Apocalipsis, el último libro de la Biblia escrito por el apóstol Juan, es como el último recordatorio del Maestro antes de los finales de los tiempo.
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Es curioso, en muchos casos que abrimos la puerta a nuestro Señor, lo hacemos en momentos de desesperación, en los momentos de angustia, cuando una tragedia aparece en nuestras vidas, una accidente grave en mi vida o de alguien de mi familia, una grave enfermedad, muchas veces sin vuelta, un grave problema financiero, mi trabajo, mi empresa, un hijo con problemas de droga, etc. En realidad son muchas las causas que llegan a nuestra vida.
¿Y que hacemos?, bueno, algunos se acuerdan de Dios, doblan sus rodillas y claman al Señor, toda la familia se une en oración y estas oraciones sinceras llegan al buen Señor y El entra en nuestra casa y en nuestras vidas y nos favorece con su presencia y bendición.
La presencia de Dios en nuestro hogar es a través de su Santo Espíritu, el está donde reina el amor y la oración, el Espíritu Santo nos arropa con su protección, con su bendición dándonos alegría y descanso. Y si en algún momento aparecen nuevas amenazas, El nos guía, nos da fe, esperanzas, amor y guía para salir de los problemas. Sin duda, contar con la presencia del Santo Espíritu den nuestro hogar y vidas, es lo mejor que nos puede pasar.
Querido amigo, te
deseo en este día sea el día de tu salvación, Jesús nos dice en Apocalipsis
3:21:
“Al que venciere, le daré que se siente
conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su
trono”.
Rafael Arriaza, es Chileno / Español, MBA en Economía por la U. Autónoma de Madrid y Empresario en Chile